La cena
comenzó en silencio, todos se miraban unos a otros pero ninguno se atrevía a
romper aquel silencio. Cada uno de ellos en el rincón más oscuro de su corazón
tenía algún tipo de secreto.
Porthos
siempre tan jovial y risueño estaba preocupado, todo llegaba alguna vez en la
existencia de un hombre como el gran obelix. Por primera vez sentía miedo, le
gustaba su vida tal como era pero eso no quitaba que extrañaba también la
aventura, las luchas y por sobre todo a los amigos.
Ahora que
estaba sobrio, podía apreciar que toda aquella tranquilidad tendía de un fino
hilo, que todo podía cambiar de la noche a la mañana y si eso pasaba, si todo
salía bien iba a vivir mucho mejor de lo que hubiese pensando que iba a vivir en
su vejez pero ¿Y si todo salía mal? Si el plan de su mejor amigo no funcionaba,
por lo menos podía pensar en que iba a morir alrededor de los hermanos que la
vida le había dado.
- ¿De qué te sonríes? – Harbley le
pregunto en tono inaudible a Du-Vallon mientras lo codeaba por debajo de la mesa.
- De que eres un buen ingeniero - el
señor Du-Vallon solo le contesto eso a su amigo sin borrar aquella sonrisa de
felicidad del rosto antes de darle una gran mordida a una pata de pollo.
El obispo
de Harbley alzo la cabeza y se encontró con una mirada discreta del Conde de La
Fere a madame de Chevreuse, ella le devolvía aquella mirada. Pero no solo el
obispo miraba aquella escena sino que el ojo de águila de D’artagnan, siempre
atento a todo, que parecía que nada se le escaba ni siquiera la indiscreta mirada
reina madre, quien se encontraba en diagonal a él en la mesa.
El único
que parecía que estaba ajeno a ese mundo de miradas era Phillippe. El joven
tenía sus propios pensamientos como para estar adivinando problemas ajenos.
- Estoy seguro que muchos de ustedes tendrán
muchas preguntas y voy a responder a cada una de ellas - El obispo de
Vannes habló con un tono de voz tranquilo mientras que sus dedos jugaban con
una copa de vino. Una sonrisa de satisfacción cruzo por sus labios antes de
beber de aquel malbec - Pero será a su
debido tiempo, ahora lo primordial es que todos los que estén aquí, estén muy
seguros de querer ser parte de este plan que llevara a Francia a ser un mejor
país para vivir. Por eso mismo pido que cada uno de ustedes colabore en todo lo
que puedan...- hizo una pequeña pausa - ¿Alguno no se ve apto para aceptar?
La
habitación estuvo totalmente en silencio, ninguno dijo nada sino que todos los
presentes movieron la cabeza afirmativamente.
Harbley corría
con mucha más suerte de la que alguna vez pensó tener para aquel plan. Si todo
se hubiese dado así de fácil no hubiese esperado tantos años para sacar a Phillippe
de la bastilla.
- ¿Qué va a pasar con Luis?
Porthos
dejo de comer inmediatamente al escuchar la pregunta de la reina. No era por
cortesía sino que no esperaba que Ana de Austria fuera hablar. Du Vallon alzó
la mirada para ver a su amigo, estaba seguro que el obispo tenía una buena
respuesta para darle a la reina, no iban a lastimar a Luis por mucho que lo
mereciera. Ahora que sabían que era el hijo de D'artagnan, debían cambiar un
poco la mirada sobre el muchacho.
- Su majestad no debe preocuparse por su
hijo. Luego de que logremos hacer el cambio entre los hermanos. Luis será trasladado
a la isla Santa Margarita usando la máscara
para que no sea reconocido - Harbley sabía que aquello no era lo que la
reina madre o D'artagnan hubiesen querido escuchar, pero ya que no podía hacer
magia prosiguió con la explicación - Solo
será por unas semanas, cuando Phillippe asuma como rey y si él lo desea podemos
trasladar a Luis a una casa de campo a las afueras de Paris y cambiar la máscara
de hierro por una de terciopelo. Lamentablemente no podemos correr el riesgo de
que sepan que hay dos herederos al trono. Luis deberá usar algo que cubra su
rostro.
El
mosquetero miró a la reina y tenso levemente la mandíbula, lamentablemente
Aramis tenía razón.
El viejo
rey había pensado en la máscara para que nadie aprovechara la rivalidad entre
los hermanos y que eso terminara en una guerra civil por el poder.
- Yo no guardo rencor hacia mi hermano -
el joven Phillippe con una voz muy tímida se atrevió hablar - a pesar de todo lo que él pudo haberme hecho,
yo no quiero lastimarlo. Luis es mi hermano y el vivirá por un tiempo en la
isla como dijo Aramis hasta que podamos encontrar la casa de campo a propiedad
en donde él pueda tener una vida tranquila y en la que...- el joven
muchacho hizo una pausa mirando hacia su costado para sonreírle a Ana de
Austria - en la que mi madre pueda ir a visitar las veces que lo desee.
En aquel
momento los comensales se dieron cuenta de algo muy importante, Phillippe aun
sin saber nada sobre como gobernar, ni de etiqueta, ni siquiera de guerras y
que además había vivido sus últimos seis años en una prisión sin saber bien el
porqué, él muchacho tenía el corazón para ser un rey.
Ana de
Austria tomó la mano de su hijo para dejar un beso sobre la palma de su mano y Phillippe
se acercó para dejar un beso en su mejilla.
El obispo
de Vannes conmovido al igual que lo otros por aquella escena se aclaró la
garganta.
- Sabiendo la voluntad de Phillippe haré que
mis hombres busquen un buen lugar a las afueras de Paris - Aramis le sonrió
al joven y prosiguió - ¿Hay alguna duda
más?
- Creo que cada uno sabe que debe hacer -
dijo el Conde de la Fere y su mirada se pozo sobre madame de Chevreuse - Nada va a interferir en el plan mientras
nosotros podamos manejarlo ¿Verdad?
- No, nada tiene porque interferir en el
plan.
El
ambiente se volvió un poco tenso, D'artagnan intentaba encontrar el doble
sentido detrás de las palabras de Athos. ¿Por qué el conde hablaría de...?
- Por eso mismo solamente seremos nosotros
los que sepamos toda la verdad ¿Harbley? - Athos dirigió la vista hacia
Aramis - No es bueno que más gente
siga sumándose a esto. Con el perdón de su majestad pero me temo que no podrá
contarle a nadie en el palacio...
- Athos...- murmuro el mosquetero
- No, sé muy bien que madame de Chevreuse está
aquí por Aramis y que en su momento fue una de las damas de compañía de su majestad
la Reina, pero ella estaba en el exilio porque en su momento llego hasta
complotar contra su más leal amiga cuando ella necesitaba su ayuda.-
escupió el conde de La Fere
- Eso es mentira - por mucho que la dama quiso
mantenerse callada, ya no podía la cólera se apoderaba de ella - Yo nunca he atacado a la reina
- ¿No? Porque por lo que yo recuerdo Madame
usted estuvo involucrada en uno de los atentados contra el cardenal Mazarino en
la época en la que su majestad era regente. ¿Con eso no buscaba que Francia se
quedara sin rey? – preguntó ácidamente el noble
- Conde me está ofendiendo.
- Podría ofenderte si fueras una mujer hecha
y derecha.
Athos se levantó
con ímpetu de la silla sin dejar de mirar a Madame de Chevreuse, Aramis miraba
al Conde, D'artagnan intercambiaba miradas con la reina y de reojo miraba a su
mejor amigo, Porthos y Phillippe murmuraban, no se sabía cuál de los dos
entendía menos la situación.
El capitán
de los mosqueteros opto por pararse y puso su mano en el hombre del conde
- Vamos a buscar vino que se ha acabo -
D'artagnan intento jalar el hombro de su amigo pero este no se movió - Athos por favor…- susurro en su oído
- Marie - El conde sacudió la cabeza
cediendo lentamente al tirón del mosquetero - Solo espero que si traicionaste a la corona una vez, si fuiste capaz de
darle la espalda a tu hijo tanto que no fuiste a su funeral, no hagas ahora que
todos terminemos en el exilio o sin nuestras cabezas.
D'artagnan
dio un paso hacia atrás ya que Athos lo aparto con el brazo para salir tras
haber dicho aquellas palabras.
El
mosquetero había escuchado muchos rumores sobre la procedencia de Raúl, había creído
por unos años que el protegido del Conde se trataba de un niño noble que se
había quedado sin hogar hasta que el mismo Athos le conto que era un hijo
natural. Ninguno había intentado excepto por Porthos averiguar quién era la
madre, si no estaba con Athos por algo sería pero ninguno había imaginado que
se trataba de Marie de Rohan, más conocida como Madame de Chevreuse.
La
habitación había quedado totalmente en silencio. El obispo se sentía demasiado
incomodo como para decir algo, después de todo él había sospechado sobre lo que
unía al conde con su amiga. Porthos quien siempre tenía algo para decir en
cualquier momento esta vez no tenía nada que decir, si había entendido bien
Madame de Chevreuse era la madre de Raúl y a su vez durante mucho tiempo había
sido amante de Harbley, decididamente él no podía competir ni con los secretos
de sus amigos, su vida era demasiado simple y se le daba fatal mentir como para
cargar con un peso como el de Athos o el de D'artagnan. Phillippe por su parte
buscaba en su madre la repuesta aquello, constantemente se veía lleno de
información nueva y a veces le costaba poder ponerse a la altura.
- El señor Conde está muy dolido por lo de su
hijo Raúl - Phillippe jugó con sus dedos mirando
hacia la mesa sin tener un
punto fijo - estoy seguro que lo que
hablo no fue él sino su dolor. No me imagino un dolor más grande como el de
perder un hijo, espero nunca tener que pasar por eso, pero él es un bueno
hombre madre.
- Es un gran hombre - murmuro Porthos
antes de pararse - No necesito más vino por esta noche, si me disculpan, y si
es posible que terminen bien la noche.
El semblante
del caballero de Du-Vallon era serio, pocas veces se había parado en la mitad
de una mesa menos sabiendo que había vino en camino pero en aquel momento tenía
demasiada lucidez como para saber que era mejor estar lejos de la bebida color
sangre. Sus amigos tenían que arreglar asuntos y él estaba combatiendo para no
caer preso de nuevo del alcohol
- Yo también me retiro estoy muy cansado,
madre que tenga una buena noche - el futuro monarca se acercó a la reina
para dejar un beso en la mejilla y luego un beso en el dorso de las manos de la
dama - Espero poder verla en la mañana
A pocos
metros de la casa, a las afueras del establo, estaba el mosquetero y su mejor
amigo en un silencio lúgubre. El más bajo de los dos opto por sentarse sobre el
vano de una ventana, su tobillo no aguantaba más el peso de su cuerpo mientras
que el otro hombre, un poco más alto y con menos cabellos en su caballera
caminaba de un lado al otro.
- ... - D'artagnan se mordió el labio
superior tirando bellos de su bigote - Por
lo general eres tu quien siempre tiene la calma y el que sabe decir algo bueno
en un mal momento ...- hizo una pausa llenando sus pulmones antes de seguir
- Ahora entiendo porque nunca me ha caído
en gracia esa señora - mascullo por lo bajo - Athos, sería mentira que digiera que entiendo tu dolor porque no es así,
no he perdido a ninguno de mis hijos, pero entiendo tu postura, me refiero a tu
posición
- No es lo mismo- se dio vuelta el conde
- Pero si no he terminado amigo mío, yo iba a
decir que...
- Ambos tuvimos un delis de una noche, yo
tuve a Raúl, tú tienes a Phillippe y a Luis pero la diferencia esta que tú lo
hiciste por amor, o eso he entendido en cambio lo mío con Madame de Chevreuse
simplemente paso. Ella no solo no era mi esposa, sino que era la mujer de otro,
y a su vez era la amante de Aramis o lo sigue siendo. - el conde dejo de
caminar tensando su mandíbula - No me
arrepiento de aquella noche ya que la vida me dio a Raúl y con eso llego mi
felicidad, sino hubiese terminado muerto por exceso de alcohol o en un duelo estúpido.
El problema está en que ella simplemente no se preocupó lo suficiente por
nuestro hijo ¿Entiendes? Nunca le dije a Raúl quien era su madre por tener
miedo de cuál sería la reacción de madame... una noche llego a mi puerta una
canasta con un bebe y sabía que era nuestro - Athos tomo mucho aire
intentando calmar sus sentimientos. -
En mis tierras nadie hubiese preguntado nada,
el cuerpo de mi hijo nunca llego...enterré su ropa debajo de una cruz y espere,
durante un tiempo, esperaba que ella escribiera para mí.
El
mosquetero intentaba buscar en su cabeza alguna palabra que hiciera que su
mejor amigos se calmara pero la realidad era que no la tenía, él no entendí las
relaciones, su primer amor había muerto, luego se había enamorado perdidamente
de la reina y por mucho que intento hacer una vida nunca lo había logrado. El
gascón no entendía como se actuaba a ciencia cierta con las mujeres.
- Yo no sé qué va a pasar entre tú y ella,
pero espero que no afecte el plan, Athos - el capitán se paró con un poco
de esfuerzo y miro a su viejo amigo a los ojos - A penas ponga un pie en Paris hare todo lo posible para que el cuerpo
de Raúl esté con nosotros y sea enterrado como Dios manda - el hombre de
pelo negro entrecano palmeo el hombro de su interlocutor afectuosamente antes
de comenzar a caminar con un paso lento hacia la casa
- ¿D'artagnan?
- Si - el mosquetero se giró un poco
- Gracias
- Todos para uno y uno para todos ¿No?
Los dos
amigos no se dijeron nada más sino que intercambiaron unas miradas con muchas
palabras que estaban de más decirlas en voz alta. Uno de ellos se quedó en el jardín,
cerca de la fuente para poder pensar y calmar su corazón mientras que
D'artagnan por su parte volvía adentrarse en la casa con el paso más firme que podía.
La oscuridad
del interior no ayudaba mucho, no ahora que su pie no le respondía tanto como a
él le hubiese gustado. Su miedo era el de despertar a alguien, todo estaba en
tanto silencio que el mosquetero supuso que todos dormían.
Con un
poco de dificultad logro subir uno a uno los peldaños hasta llegar al piso que
le correspondía en la casa. La próxima vez iba a pedir un cuarto en la planta baja,
ya no se sentía tan joven para estar subiendo las escaleras con un solo pie.
-pshhh
El
mosquetero escucho que lo llamaban y camino sigilosamente hacia donde había oído
que provenía aquel ruido. Su cuerpo levemente se inclinó hacia adelante
buscando con sus ojos algún tipo de rastro.
- A...- pero antes que el mosquetero
pudiese decir algo sus labios fueron atrapados por unos cálidos labios. Dejándose
llevar, sus labios correspondieron al beso mientras sentía como una de las manos
de la reina lo tomaba de la camisa haciéndolo entrar en el cuarto.
Cuando
ella se apartó, el mosquetero se encontraba un tanto perturbado por sus propios
pensamientos. En un segundo y todo se había dado vuelta en su cabeza. ¿A caso aún
tenía cabeza?
Como el
mosquetero parecía que no sabía que decir, la reina lo miro con una sonrisa
- ¿Cómo está el señor Conde? – pregunto con dulzura la reina
- ...- D'artagnan arrugo las cejas, y
luego de ordenar un poco sus ideas ladeo la cabeza - No voy a mentirte, él no está bien, primero la perdida de Raúl y ahora
ver a Madame no ha ayudado mucho - se hizo una pausa y el hombre se quedó
un instante mirando los ojos claros de su reina - Lamento decir que por culpa de Luis murió Raúl – agrego el
mosquetero con amargura
La reina
pudo ver en los ojos del mosquetero todo el dolor que le causaba admitir aquel
hecho. Ana había criado a sus hijos con todo el amor con el que ella había
crecido en la corte de España pero los pocos años en los que Luis había crecido
con el antiguo rey habían sido suficientes para que él niño siguiera la línea
de los Medicis. Ellos y el estado ante todo.
- ¿El vizconde murió en el campo de batalla
no es así? - ella no quería dudar de la palabra del hombre pero aún tenía
fe en que Luis no era tan malo
- Por orden directa de Luis, Raúl tuvo que
volver a la guerra. Es simple, el vizconde estaba por comprometerse con Luisa
de La Valliere, Luis se fijó en ella en la última fiesta que se dio en el
palacio y opto por lo más rápido. - el mosquetero hizo una pausa y apretó
ligeramente la mandíbula - Intente frenarlo,
pero no me escucho y Raúl sabiendo lo que pasaba prefiero morir en guerra que
de amor.
Se hizo
un pequeño silencio y la reina se acercó al mosquetero para tomar su mano.
- Lo intentaste - le susurro ella
- ...- D'artagnan solo apretó la mano de
su reina y miro hacia el suelo - At...el
conde, por la única razón que él vive es por Phillippe, y su idea de un
nuevo Francia pero para mí o mis amigos, todos nosotros sabemos que él
realmente ha muerto con Raúl y madame ni siquiera le hablo. No puedo entender
eso.
- Puede ser que Marie no quisiera hablar,
perder un hijo es un dolor muy grande
- Creo que de todas maneras debió decir algo en
el momento preciso. Era su hijo - los ojos del gascón se fijaron en los de
la española - Si no hubiese sido por que
te vi aquella noche ¿Me hubieses ocultado lo de Phillippe por el resto de
vuestra vida?
- D’artagnan...- la reina dejo la mano de
su amante para tomar un poco de distancia - es diferente, yo estaba cuidando de ti. Ya es suficiente el peso que
llevas como para haber cargado con Phillippe
- Es nuestros hijos, no es una carga.- mascullo
el hombre y al intentar caminar sintió el dolor en el pie haciendo visible su
pesar en el rostro - Ana, sé que tenías
miedo, pero un hijo es un hijo, es un lazo que une eternamente a dos personas.
Podrías haberme ocultado la paternidad de Luis pero no lo hiciste por lo que
intento pensar porque me ocultaste lo de Phillippe y porque Madame no le ha
hecho mención sobre Raúl al Conde - el mosquetero trago saliva acomodando
de nuevo el peso sobre la pierna buena. - Siempre creí que mi hijo iba a ser el mejor amigo del de Athos, una
idea tonta pero lo creí y me siento culpable de que el niño al que vi crecer,
al que pude tener en mis brazos de pequeño haya sido asesinado por el egoísmo
de mi hijo.- D'artagnan cerró los ojos y suspiro - No es tu culpa, ni la mía...supongo que hay cosas que se escapan al
destino.
La habitación
volvió a caer en silencio y se escucharon unos pasos en la escalera. A pesar de
que no estaban en el palacio el corazón de ambos amantes se aceleró pero cuando
los pasos comenzaron alejarse D'artagnan volvió su vista hacia la reina de
Francia
- Es mejor que me retire, debes descansar
- por costumbre o simplemente por incomodidad del hombre, este hizo una
reverencia antes de comenzar a girarse para abandonar la habitación
- Quédate - Ana de Austria dio un par de
pasos para tomar el brazo del mosquetero - Por
favor
Los ojos
azules del mosquetero se encontraron con los de la reina, también azules y él
con mucha delicadeza levanto su mano para acariciar la mejilla de su amada
dudando de lo que le iba a contestar.
- Sigue siendo peligroso que me quede
- Solo por esta noche...- ella dibujo una
sonrisa pequeña pero que detonaba un poco de ingenio y diversión - Te lo ordeno - susurro en tono apenas
audible antes de besar los labios del mosquetero el cual se rindió antes de
poder siquiera seguir con su resistencia.
- Si me lo ordenas - susurro contra los
labios de su amada reina.
El beso, fue
un beso dulce, sincero y lleno de amor, a pesar de que aún estaban en peligros
ambos se sentían mucho más relajados lejos de la corte. Por un momento el
mosquetero pensó como hubiese sido su vida junto a ella si las circunstancias
de la vida hubiesen sido otras. Si tan solo hubiesen sido campesinos los dos. Quizás
su vida con menos aventura hubiese estado más llena de amor.
Sus
labios se separó de los de ella y ambos se miraron con una sonrisa amplia, radiante.
Ana de Austria ayudo a D'artagnan que llegara a la cama, demasiado tiempo
parado que ya su tobillo sentía que le estaba molestando de más.
- ...- el mosquetero peleaba con la bota
mientras la reina solo lo miraba con una sonrisa
- ¿Necesitas ayuda? - ella no quería
herir los sentimientos del gascón
- No gracias, puedo...- D'artagnan pensó
en reformular la misma pregunta para ella pero no iba a jugar con la suerte, no
por ahora
- Muy bien - contesto Ana de Austria en
español caminando hacia su lado de la cama
Mientras
el mosquetero luchaba con las botas y la fatiga, la reina madre se había
sentando en la cama comenzando a desvestirse.
D'artagnan
mirando por arriba de su hombro la vio, y se giró para ayudarla con el corsé,
en aquel momento el corsé era mucho más fácil que quitar una bota de un pie
inflado. Y por unos minutos la observo con una sonrisa, habían pasado muchos
años desde que ambos habían estado en la misma cama y aunque los años se hacían
notar para él, la reina seguía conservando la misma belleza que los días de
gloria
- Listo.- dijo el mosquetero antes de
darse la vuelta y terminar de quitarse su camisa.
Ana miró
la espalda del gascón, la cual estaba marcada por algunas cicatrices. Muchas de
ellas que no se acordaba, había una en especial que le llamaba la atención.
Estiro su mano y toco la espalda del capitán con mucho cuidado como si temiera
poder abrirla.
- ¿Que te paso? – preguntó bastante
preocupada. Era una herida muy cerca del corazón.
- Creo que un duelo o...- hizo una pausa
como si buscara en su cabeza aquel recuerdo y se sonrió, si había sido un
duelo hacía ya muchos años cuando había ido a Italia - una bala, yo dispare al aire y él italiano a mí - el mosquetero se
rio y Ana lo miró con curiosidad. Se veía bastante profunda la lesión como para
reírse - No quise matarlo y casi me mata
él
- ¿Y por qué se debió el duelo? - los
ojos de la española estaban llenos de firmeza.- Los mosqueteros no deben batirse a duelos, hasta donde yo tengo
entendido son ilegales y siempre lo han sido – aquello último era un
reproche. La sola idea de haberlo podido perder la atemorizaba.
- Lo son - comenzó a contestar el gascón. Iba a obviar el
motivo principal del duelo, no iba admitir que era por culpa de una mujer o tal
vez dos - estaba en Italia y esa fue la
última vez que combatí en un duelo, era un mosquetero simplemente aun sin ningún
título importante más que la mano derecha de Treville. Fue por un incidente, un mal entendido, yo
estaba en una misión para Richelieu, y no podía darme el lujo de tener retrasos
y ese hombre me estaba colocando obstáculos - D'artagnan presentía que Ana
no se había creído todo - La bala entro
y salió, tuve suerte.
- ¿Para Richelieu? - la mujer aun sentía
frio al escuchar el nombre del cardenal. No sabía porque su D'artagnan había
servido para el diablo, pero tal como había dicho el hombre habían pasado ya muchos
años de eso - El diablo te cuidaba
- Quizás - el mosquetero se dio la
vuelta y se estiro para poder llegar a los labios de la reina.
La verdad
es que D'artagnan prefería a Richelieu antes que al italiano, por mucho que
había servido más a Mazarino, los rumores que lo habían vinculado por muchos
años con la reina durante la fronda habían hecho que el mosquetero hubiese
visto a menos al cardenal. No lo quería admitir, pero los rumores eran más que
rumores y eso lo ponía celoso hasta el día de hoy.
D’artagnan
pensó que quizás no contar el motivo principal del duelo era mejor. Ella le recriminaría
cosas y él saltaría por Mazarino. Ahora nadie más que ellos dos estaban en la
habitación. Lo mejor era no tocar el pasado.
- ¿Y ahí? - Ana deslizo su dedo sobre el
pecho del mosquetero y este se rio muy por lo bajo para no despertar a nadie.
Comenzaba a darle un poco de gracia aquel interrogatorio
- Otra bala pero es en el campo de batalla
- D'artagnan alzo los ojos y le sonrió - estoy
lleno de marcas y son todas de guerra - él también se miró buscando algo
que no fuera una herida hecha por una arma y se acordó de algo - me rompieron la nariz cuando tenía como
doce años, me choque con una niña de mi edad o un año menos, no recuerdo muy
bien las edades. Solo sé que ella me partió la nariz porque caí sobre su cuerpo
- Ana lo miro conteniendo un poco la risa - luego me desperté y estaba en casa, mi madre me había arreglado la
nariz mientras estaba inconsciente pero eso no evito que tuviera gazas evitando
la sangre.
El
mosquetero se acomodó en la cama y Ana se acomodó a su lado abrazándose a él.
Por mucho que ambos quisiera seguir platicando sobre asuntos que no les iban a
llevar a nada D'artagnan estaba cansado y la reina también. Había sido un día
muy largo para ambos.
- Buenas noches mi lady
- Buenas noches D'artagnan.
La noche
avanzaba con tranquilidad hasta que a mitad de la noche un par de horas antes
que el gallo se asomara por el horizonte una fuerte tormenta había comenzado a
caer. Se escuchaban las gotas golpeando contra el vidrio, el viento agitaba las
ramas y cada tanto el cielo se iluminaba haciendo caer con ímpetu rayos sobre
la tierra.
Phillippe
se despertó un poco asustado en la cárcel no se escuchaba con tanta furia a la
naturaleza. Realmente allá entre aquellas paredes de piedra no podía apreciar
nada. Se levantó de la cama y se vistió, había dormido tan bien que ya no
necesitaba dormir más, salió de su habitación y bajo por las escaleras sin
hacer ruido.
En la
sala había luz, vio a Athos durmiendo en el sofá con una botella de vino a
medias. Phillippe se acomodó en el otro sofá y desde allí la gran ventana
dejaba a una luna oculta detrás de las nubes. El muchacho simplemente se quedó
allí haciendo compañía al viejo Conde hasta que el sueño lo volvió a envolver y
Morfeo lo llevo al reino de los sueños de nuevo.
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