La cena
comenzó en silencio, todos se miraban unos a otros pero ninguno se atrevía a
romper aquel silencio. Cada uno de ellos en el rincón más oscuro de su corazón
tenía algún tipo de secreto.
Porthos
siempre tan jovial y risueño estaba preocupado, todo llegaba alguna vez en la
existencia de un hombre como el gran obelix. Por primera vez sentía miedo, le
gustaba su vida tal como era pero eso no quitaba que extrañaba también la
aventura, las luchas y por sobre todo a los amigos.
Ahora que
estaba sobrio, podía apreciar que toda aquella tranquilidad tendía de un fino
hilo, que todo podía cambiar de la noche a la mañana y si eso pasaba, si todo
salía bien iba a vivir mucho mejor de lo que hubiese pensando que iba a vivir en
su vejez pero ¿Y si todo salía mal? Si el plan de su mejor amigo no funcionaba,
por lo menos podía pensar en que iba a morir alrededor de los hermanos que la
vida le había dado.
- ¿De qué te sonríes? – Harbley le
pregunto en tono inaudible a Du-Vallon mientras lo codeaba por debajo de la mesa.
- De que eres un buen ingeniero - el
señor Du-Vallon solo le contesto eso a su amigo sin borrar aquella sonrisa de
felicidad del rosto antes de darle una gran mordida a una pata de pollo.