D'artagnan se había
quedado en la habitación a solas con Luisa de la Valliere hasta ver que
por fin la joven se había entregado a los brazos de Morfeo.
Ella dormía tan
profundamente que al mosquetero no le costó salir de la habitación sin
hacer ruido, aquello había sido fácil pensó D'artagnan hasta que al
juntar las hojas de la puerta, sintió la punta de la boca de una pistola
presionaba contra su espalda. El gascón respiro profundamente mientras
cerraba los ojos.
- ¿Qué quieres? – preguntó el hombre en tono cansado.
- ¿Qué quieres? – preguntó el hombre en tono cansado.
- Nada capitán, no es su culpa sigo ordenes – le contesto un voz gruesa detrás de él.
El mosquetero se giró lentamente para encontrarse cara a cara con el ladrón que le había robado a Ana de Austria en el bosque.